martes, 24 de diciembre de 2013

Cuando te lastimas profundamente, particularmente con un elemento punzante, este suele quedar incrustado. Puede tratarse de un cuchillo, un punzón, etc. El dolor es incontenible. Está ahi, cortando piel, venas y carne, una molestia tremenda, realmente nadie quisiera que ese elemento estuviese allí. No tiene que estar allí. Hay que sacarlo. Tomás el mango, comenzas a tirar. La re putísima madre que lo parió. Duele. Duele más que el dejarlo ahí. Pero todos saben que eso hay que sacarlo sí o sí, no hay opciones. Quién podría vivir con una herida constantemente abierta? Pero la reacción es inmediata. Me duele mucho más sacarlo, cuando lo saque va a sangrar el doble y me va a doler aun mucho más. Por favor, no. 
Somos reticentes a maximizar un dolor, incuso a sabiendas que es la única vía posible a que esa herida sane y finalmente, el dolor cese. Nos duelen las heridas, pero nos aterran las cicatrices.
Creo que la obviedad del asunto no es lo que hace a uno volver a tomar ese mango y, entre gritos, apretón de dientes y puteadas, efectivamente quitar ese elemento dañino del cuerpo. Venimos con el botón de emergencia incorporado, ese que no sabe de análisis ni comparaciones ni miedos, y actúa por sí solo. Es el "lo que se tiene que hacer, te guste o no". Lo odiamos. No ves, idiota, todo lo que sangra, todo lo que duele?! Vas lo más rápido que podes a un hospital cercano, te atienden como el culo, vale la aclaración. Desinfectan, suturan, te cagan a pedos porque tendrías que haber ido antes, venda, cinta, antibióticos, chau. Vas a tener que controlarlo porque es profunda, y como sos un boludo la hiciste más ancha. Y cuando haya mucha humedad, ja! Vas a acordarte de la familia de todos, te va a doler... Llegas a casa y la puteada más chica te toma 30 segundos sin respirar. Así unos cuantos días. De masoquista cada tanto te sacas la venda para mirar la herida. Diuj, horrible. La gente te pregunta cómo anda eso, si te sentis mejor. A veces ni te acordas, a veces te gustaría que te pise un tren así no duele más del todo. 
Pasan semanas y semanas, y un buen día esa cosa horrible que tenías pasó a ser una linea rosa, que vas a tener toda la vida ahí, inamovible. De un dolor inmenso pasará a ser una anécdota más, capaz algún día hasta la cuentes entre risas, de lo marica que fuiste a enfrentarte a algo que, desde siempre supiste, inevitablemente dejaría de doler.
Como todas las putas cosas que te hieren (bienadentro) en esta vida.