La foto era esa.
Todo en silencio, risas lejanas de un entorno cercano. En la esquina del recinto, yo, sosteniéndome las piernas con los brazos, y en mano el rollo de papel higiénico.
Minutos que parecían horas, horas que fueron eternas.
Y cuando uno se encuentra a punto de obturar esa imagen solitaria, la puerta se abre y todo lo que necesitabas, se encuentra delante tuyo.
Un tope y un abrazo, mi número de oro.